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Sánchez se aferra a la abstención patriótica para evitar las urnas

Sánchez se aferra a la abstención patriótica para evitar las urnas

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Sánchez se aferra a la abstención patriótica para evitar las urnas

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Madrid

¿Y ahora qué? Esta era la pregunta que la mayoría de los diputados trasladaban a los periodistas que esperaban su salida en los pasillos del Congreso tras la frustrada investidura de un Pedro Sánchez que si para algo había trabajado era precisamente para hacerla fracasar. Una pregunta para la que ni ellos ni sus jefes de filas tenían y siguen sin tener respuesta, aunque la mayoría de ellos mostraban su convencimiento de que el candidato lo volverá a intentar en septiembre, pero sin Iglesias. «Podemos sigue con la mano tendida, pero Sánchez no la va a aceptar», comentaban desde la bancada socialista.

Un indicador para muchos relevante era la nueva llamada a la «abstención patriótica» con la que Sánchez se dirigió a Casado y a Rivera, especialmente al primero, al comienzo de su intervención, ante la atónita y apesadumbrada mirada de un Pablo Iglesias que tras la ruptura de relaciones intuía ya que iba a salir del hemiciclo «cornudo y apaleado» a pesar de humillarse una vez más pidiendo las migajas de unas políticas activas de empleo, transferidas a las CCAA, que alguien con mucho peso en el PSOE -aseguran que Rodríguez Zapatero– por ignorancia o con deliberada mala fe le aconsejó como último recurso, y que solo sirvió para acrecentar la humillación del líder podemita.

Quienes conocen bien al candidato y presidente en funciones no ocultan que Sánchez nunca quiso la coalición de Gobierno con Podemos. Negoció tarde, aumentó en cada reunión sus exigencias con condiciones humillantes para Iglesias y los suyos, y solo la renuncia de este a ser ministro le dejó sin argumentos para en un nuevo alarde de arrogancia y menosprecio ofrecerles una vicepresidencia y tres ministerios, pero vacíos de contenido y de recursos. «El Ministerio de Vivienda que les prometió no era más que la actual Dirección General de la Vivienda que hoy controla el Ministerio de Fomento», confiesan fuentes próximas a la negociación.

Los cachorros de Errejón

La verdadera, la auténtica opción de Sánchez ha sido la abstención del PP o de Cs. En Europa, Merkel y Macron ya le han dicho que si quiere ocupar el lugar que deja el Reino Unido en el triunvirato de la UE se olvide de veleidades con los populismos, él mismo aspira ahora a ser la referencia de la socialdemocracia europea tras los descalabros de sus homólogos en el resto de la Unión, con la excepción de Portugal; y en su propio partido son mayoría en la Ejecutiva y en el Comité Federal quienes prefieren nuevas elecciones antes que un Gobierno con Podemos arropado por los independentistas que, como comentaba recientemente Nicolás Redondo Terreros, «podría ser el principio del fin de todo lo conseguido en estos últimos 40 años».

Elecciones en noviembre que nadie quiere, o al menos eso dicen, pero que todos preparan. En Moncloa y en Ferraz no se fían de la cocina de Tezanos y frente a los que piensan que el PSOE aumentaría sensiblemente sus escaños surgen ya voces no tan optimistas alertando de una desmovilización del voto de la izquierda, por cansancio, por frustración y porque el cuento de Pedro y el lobo amagando con VOX y el terceto de Colón ya no funciona. Por si acaso, los estrategas de Ferraz han empezado a potenciar a su formación filial, los cachorros de Carmena y Errejón, y de ahí la alusión a un posible ministerio para la exalcaldesa de Madrid, que Sánchez considera suficientemente preparada, frente a los incompetentes de Podemos.

De los pactos a la Gran Coalición

Donde no se ven con malos ojos los comicios es en Génova y en el PP. Pablo Casado ha mejorado imagen y ha transmitido cierto sentido de Estado durante la fallida investidura con su moderación y su oferta de pactos de Estado. La posibilidad de repetir las elecciones ha reforzado su liderazgo y la cohesión interna, de momento. Ha reforzado su poder territorial y tanto los resultados de las municipales y autonómicas como todas las encuestas hasta hoy confirman que los votantes que se fueron a VOX están volviendo al redil.

Pese a esta confianza voces significativas del PP han empezado a plantear la posibilidad de ofrecer a Sánchez una «gran coalición» a la alemana «y que sea él quien la rechace, si se atreve». Argumentan quienes esto apuntan que los retos internos y externos que amenazan al país justifican la necesidad de «resucitar el tándem investidura y gobernabilidad, desde un principio de estabilidad con la reforma de la Constitución y las leyes vinculadas«. Explican que los 189 escaños que daría la suma de socialistas y populares permitiría la mayoría necesaria para afrontar la desaceleración de la economía y el empleo, el Brexit, el desafío catalán con las secuelas de la sentencia del juicio a los políticos presos y las revueltas callejeras, y el preocupante escenario internacional de guerras comerciales y escalada de las tensiones con Irán.

En lo que también coinciden la mayoría de los analistas y sondeos es en que los grandes perjudicados por una vuelta a los comicios serían los partidos de la llamada «nueva política». Ciudadanos, en plena diáspora de dirigentes, fundadores y cerebros, ha perdido el centro. No por sus pactos autonómicos o municipales con el PP y con Vox, sino por la obstinación y radicalidad de sus planteamientos y ese «no es no» de Albert Rivera, quien transmite crispación en sus intervenciones, casi siempre pasadas de revoluciones, y que como le reprocha Francisco de la Torre «se ha quedado en un extremo». La fuga de exvotantes socialistas que vieron en Ciudadanos una forma de frenar la radicalidad y las extravagancias del sanchismo es ya un hecho, tan evidente como las dudas sobre el liderazgo de Rivera. Algo similar pasa en Podemos, unidos o unidas, pero con grandes disidencias en sus filas y dudas respecto al hasta ahora caudillo indiscutible y su consorte. La magnífica intervención de Iglesias en la primera sesión de investidura, desenmascarando a Sánchez y sus trampas, quedó emborronada por la floja, dubitativa y servil de la segunda. Va a tener muy difícil explicar a su electorado el rechazo a una vicepresidencia y tres ministerios. Con poco contenido, sí; pero que les permitían sentarse en el Consejo de Ministros y allí discutir y controlar las decisiones de gobierno. Tampoco tiene garantizada ahora la lealtad de sus convergencias y añadidos y, por si fuera poco, Rufián ya la advirtió que no contaran con ERC para septiembre.

Fuga de apoyos y electores que es también consustancial a VOX. El voto «de cabreo» en la derecha ya se manifestó en abril y la mayoría de quienes les dieron el sufragio se han dado cuenta que solo sirvió para mantener en el Gobierno a Sánchez y que el verdadero voto útil sigue estando todavía hoy en el PP. Y mientras los políticos siguen a lo suyo, en el mundo económico y empresarial lo tienen claro. «Antes elecciones que un Gobierno con Podemos». Y lo mejor que le puede ocurrir a España a corto plazo es que gobierne quien gobierne lo haga «con la reforma laboral y los Presupuestos prorrogados de Rajoy.

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