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Democratizar la inversión (I): Escuela y despensa

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Democratizar la inversión (I): Escuela y despensa

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Madrid

Hoy los inversores nos hemos familiarizado con aplicaciones en las que a través del móvil o del ordenador somos capaces de acceder a una batería de ratios financieros para que podamos comparar una compañía con las de su mismo sector. Nadie tiene dificultades para saber si una eléctrica se compra más cara o más barata que otra. El PER, las veces que el beneficio está recogido en el precio de la acción, o los años en los que vamos a recuperar nuestra inversión por la vía de los beneficios, o las expectativas de rentabilidad anual que nos genera una compañía si la compramos hoy en una década, es lo que tiene que entender todo becario el primer día que llega a Mercados en elEconomista.

Cualquiera de los que hacemos la compra habitualmente sabemos si vamos a distintos supermercados en cuáles se compra lo mismo a menor precio, incluso podemos hacerlo sin desplazarnos. Hoy la facilidad con la que se pueden comparar las empresas cotizadas es idéntica a la comparativa entre supermercados. Incluso diría mayor, porque para entender los precios de las cadenas de distribución hay que meter en la ecuación su marca blanca, las promociones o la fidelización. Pero para asimilar la transformación que se ha producido en la divulgación de la información financiera tengo que contar una batallita casi de dinosaurio de este negocio. Cuando llegué a Expansión en 1999 se hablaba del PER de las compañías ya presentado y, por supuesto, no había otras fuentes de información salvo la prensa económica. A mí me parecía algo del pasado porque siempre he pensado que lo que ya se sabe, ya ha cotizado. Lo que el mercado pone en precio son las expectativas. En aquel momento conseguí hacerme todos los meses con un cuaderno que publicaba el equipo de análisis de BBVA, que por aquel entonces hacía cobertura de todo el mercado español y era el más prestigioso. BBVA se molestaba bastante de que publicara sus estimaciones y durante mucho tiempo se preguntó de dónde lo sacaba. Los periodistas no revelamos nuestras fuentes.

Aquellas estimaciones las iba metiendo en un excel junto a otras que eran más accesibles de AB Asesores (luego se la compraría Morgan Stanley): Beta Capital (más tarde Fortis), Banif, Safei, Renta 4 (la única que se mantiene independiente, con Juan Carlos Ureta en la propiedad de una compañía que ha sacado a bolsa y Jesús Sánchez Quiñones en la batuta -gracias Jesús por aquellas charlas cuando eras director de análisis y debías pensar que te caía un castigo con aquel periodista-). Al cierre de la semana, metiendo los precios de cierre a mano, construía los primeros peres estimados y no pasados. El consenso del mercado llegará un poco más tarde, pero en aquellos años dosmil en los que afloraba mucho ahorro (la tasa sobre la renta disponible hasta 2004 estuvo por encima del 10%, el doble que ahora) se podía pensar en lo que siempre pedía el regeneracionista Joaquín Costa: «Escuela y despensa».

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